viernes, 17 de junio de 2011

Reflexiones - fabulas

El Ruido de la Carroza


Cierta mañana, mi padre me invito a dar un paseo por el bosque y acepte con placer.

El se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:

Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?

Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:

Estoy escuchando el ruido de una carroza.

Eso es -dijo mi Padre-. Es una carroza vacía.

Pregunté a mi Padre: Como sabes que es una carroza vacía, si aun no la vemos?

Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuando una carroza esta vacía, por causa del ruido. Cuanto mas vacía la carroza, mayor es el ruido que hace.

Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todo el mundo, inoportuna, Que interrumpe la conversación de todo el mundo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: Cuanto menos cargada está una carreta, Mayor Es el ruido que hace.

Reconocemos el "ruido" que produce la gente frívola ¿recuerdas el refrán "Se es dueño de lo que se calla Y esclavo de lo que se dice"?

Las cicatrices de los clavos



Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo:

- Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

El círculo del odio

Un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enojado en ese momento.

El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa.

Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.

La empleada dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.

El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.

Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.

El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.

Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole:

- "Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita.

Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño.

Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor".

Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con

sus pensamientos...

En ese momento, se interrumpió el círculo del odio, porque

chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.

Si tú, eres de los que ingresaron en un círculo de odio,

acuérdese que puede romperlo con tolerancia, dulzura, perdón y amor, así como cristo nos lo enseño.







EL BARQUERO…

En una embarcación que atravesaba el Mar Mediterráneo, viajaban varios intelectuales que hacían gala cada uno de lo que conocían de su área de sabiduría en determinado tema, el barquero continuaba remando, mientras sus ocupantes continuaban discutiendo cada uno de lo que sabía, en algún momento al notar que entre si ninguno de ellos era doblegado por los conocimientos del otro la emprendieron con quien era el más indicado para aprovecharse de sus pocos conocimientos sobre la ciencia; el filósofo interrogó al mencionado operador de la canoa. Qué sabes tú de la productividad del pensamiento cuando observas las acciones del hombre en bien de la sociedad?. El barquero respondió: no, no sé nada de eso señor. El filósofo replicó: tu por no saber nada de filosofía has perdido el 20% de tu vida, el científico orgulloso de su entendimiento en lo que se refiere a los astros, sus dimensiones, su distancia y cálculos de fuerza y energía preguntó: cuantos soles existen en el universo iguales al nuestro, lo sabes?. El humilde remador contestó; aparte el que me abriga todos los días no sé cuántos más existan señor, el científico insistió has perdido el 30% de tu vida.

Aprovechando la ignorancia del barquero, un escriba interrogó: qué sabes tú de leyes y códigos de las naciones para proteger a sus ciudadanos y castigar a los delincuentes?. El preguntado respondió: lo que yo sé es muy poco, lo que se es que nos debemos respetar unos a otros, las pertenencias... al momento el escriba interrumpió, lo que tú sabes es muy poco y sabes tú has perdido algo más del 30% de tu vida. El viaje continuaban y una tormenta se aproximaba, al poco tiempo la embarcación estaba naufragando, fue cuando el can obrero interrogó, saben ustedes nadar?. Todos respondieron en forma negativa y él replicó: saben una cosa... han perdido el 100% de sus vidas y yo tengo que nadar.

“El saber vive orgulloso por saber más. La humildad vive feliz por no saber más" vale más saber algo acerca de todo que saber todo acerca de una sola cosa.

MI MEJOR AMIGO

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron agriamente, uno de ellos le dio una bofetada al otro. Este, ofendido, escribió en la arena: “Hoy mi mejor amigo me dio una bofetada”. Continuaron su camino y llegaron a un oasis, donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado se estaba ahogando, y el otro acudió en su rescate. Al recuperarse, tomo un cincel y escribió en una piedra: “Hoy mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado aquel le preguntó:

-¿Por qué después de que te lastimé escribiste en la arena, y ahora escribes en la piedra?

-Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribirlo en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargará de borrarlo. Cuando nos pasa algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra del corazón, de donde ningún viento podrá hacerlo desaparecer.


RETRATO DE UN PERSEVERANTE

La historia dice que este hombre fracasó en los negocios y cayó en bancarrota en 1831. Fue derrotado para la Legislatura de 1832. Su prometida murió en 1835. Sufrió un colapso nervioso en 1836. Fue vencido en las elecciones de 1836 y en las parlamentarias de 1843, 1846, 1848 y 1855. No tuvo éxito en su aspiración a la Vicepresidencia en 1856, y en 1858 fue derrotado en las elecciones para el Senado.

Este hombre obstinado fue Abraham Lincoln, elegido presidente de Estados Unidos en 1860.

La lección es muy sencilla: sólo se fracasa cuando se deja de intentar.

ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA

Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

El tornillo aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Al final, el trozo de madera se había convertido en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes”.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.

Cuando el personal de un equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos —cualquier necio puede hacerlo—, pero encontrar cualidades es una labor para los espíritus superiores que son capaces de inspirar el éxito de los demás.

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